Muchas veces en la vida nos encontramos ante situaciones que nos bloquean. En esos momentos podemos salir de ahí o entrar en una espiral que no suele ser muy beneficiosa, pues puede que empecemos a cuestionar nuestras habilidades, nuestra competencia, nuestro autoconcepto...
Aprender herramientas que nos sirvan para conocernos, y así relacionarnos con el mundo y la sociedad de forma más ecológica debería ser una prioridad, porque va a marcar nuestra calidad de vida. La persona libre no es aquella que tiene más dinero, salud, familia, amigos... Es aquella que tiene más opciones, y las opciones pueden ser infinitas, porque son una construcción mental, es decir, ante una misma situación dos personas pueden sentirse de forma totalmente diferente, y si queremos ver siempre miles de opciones debemos entrenar esa habilidad.
Me acuerdo de cuando llegué a Centroáfrica y vi como llegaba un camión con material. Ese hecho se vivía con júbilo, no obstante, en mí enseguida apareció el enfado, cuando vi que se mandaba material roto a mitad de la selva, "aquí los del primer mundo que donamos aquello que es basura, para que ahora ellos la acumulen en vez de nosotros", pensé. Sin embargo, alguien se dio cuenta de que estaba contrariada y me preguntó. Cuando le expliqué lo que me pasaba me miró atónito, "¿esto es basura? ̈. Y me explicó mil formas poco tradicionales de utilizarlo. En ese momento mi mente rompió miles de barreras, ¿por qué tenía que haber una sola forma de hacer las cosas? ¿O por qué solo unas pocas formas? Podemos inventar miles de maneras de llegar a un mismo punto, pero para eso... tenemos que entrenar nuestra flexibilidad ¿y sabes qué? Que cuanto más flexible eres, más libre también, porque no te sientes limitado, ni acorralado, ni dependes de otros, dependes sólo de cómo interpretes, gestiones y afrontes tú cada una de las diferentes situaciones.
Si buscas un curso con resultados inmediatos, quizás no sea éste, porque aquí los cambios pueden ser lentos pero son profundos. Este curso es como la semilla que se planta, aunque la mires todos los días, la riegues, le hables... por muy intensamente que mires la tierra, no vas a ver nada, y puede que te des por vencido, pero si sigues regándola, un día verás que está brotando, y de repente empezará a crecer a buen ritmo. Al principio también crecía, aunque los cambios para ti aún no eran perceptibles, pues la tierra ocultaba la evolución de sus raíces.